Por Salvador González Briceño*
*Golpismo preparado con antelación; golpe blando, desde la óptica de las guerras híbridas que se vienen gestando en la región.
“Sin experiencia política y sin capacidad de formar equipos, Castillo no logró encontrar una dinámica gubernamental”: Pablo Stefanoni.
Crónica de un desenlace anunciado, ocurrió en pocas horas este miércoles 7 de diciembre en Perú. Golpe de Estado, sí, pero de ida y vuelta. La información corrió a la velocidad de la luz: el presidente del Perú anunciaba la disolución del Congreso, y éste se apresuró a destituirlo, fue detenido por la policía —donde participaron sus propios guardaespaldas, cuando intentaba trasladarse a la Embajada de México— y remitido al encierro.
Castillo ahora está preso y se preparan las acusaciones en su contra, entre ellas la propia desaparición del poder legislativo, una medida inconstitucional porque no había las condiciones. Pero no solo eso, el presidente se fue con todo. Emulando el golpe de Estado de Alberto Fujimori en abril de 1992, Castillo anunció: reorganización total del sistema de justicia, conformado por el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Junta Nacional de Justicia y el Tribunal Constitucional.
Todavía presidente dijo: “La policía nacional del Perú, con auxilio de las Fuerzas Armadas, dedicarán todos sus esfuerzos al combate efectivo de la delincuencia, la corrupción y el narcotráfico. A cuyo efecto se les dotará de los recursos necesarios… (Para ello, a) la brevedad posible (se convocará) a elecciones para un nuevo Congreso con poderes constituyentes para redactar una nueva Constitución en un plazo no superior a nueve meses”. En tanto se instala un “gobierno de excepción” y se gobernará mediante “decretos”.
Reticentes a obedecer, Poder Judicial y Congreso, diputados calificaron de dictatorial la decisión de Castillo, como de ilegal el cierre del Parlamento. En espera de la reacción de los militares, en ese momento “el comandante general del Ejército, Walter Horacio Córdova Alemán, renunció al cargo y pidió su pase al retiro después de reunirse con Pedro Castillo y con el ministro de Defensa, Emilio Gustavo Bobbio.” (https://acortar.link/GXIgYz).
Los congresistas rechazaron las medidas como autogolpe, calificaron: “Estamos frente a un golpe de Estado, legalmente el Congreso tiene que continuar y sesionar…”. La procuraduría de la República anunciaba que denunciaría a Pedro Castillo tras el autogolpe de Estado decretado. Dijo: “El procurador del Estado, Daniel Soria, en defensa del Estado Constitucional democrático de Derecho, interpondrá denuncia penal anta la Fiscalía de la Nación contra el presidente de la República Pedro Castillo, a efectos de que se determina la responsabilidad penal y constitucional sus actos”. (Ibid.).
Acción desesperada, sin apoyo institucional
El consenso fue: “Primero traicionó la promesa de cambio por la que votó el pueblo, y ahora está perpetuando un golpe de Estado, digno emulador del fujimorismo”, escribe en sus redes sociales la excandidata presidencial de izquierda Verónika Mendoza.
“Él nunca debió haber dado ese paso”, dijo el diputado Guido Bellido (exPerú Libre), quien culpó a los malos asesores. Varios ministros acudieron a los medios para desvincularse del último discurso del presidente. Vladimir Cerrón, por su parte, tuiteó: “Pedro Castillo se apresuró, no hubo suficientes votos para el juicio político”. El alcalde electo de Lima, Rafael Bernardo López-Aliaga (extrema derecha), declaró que "nadie debe obedecer a un gobierno usurpador, ni a quienes asumen funciones públicas violando la Constitución y las leyes".
Todavía más. “Sin una base de apoyo en las instituciones y sin nadie dispuesto a defenderlo en las calles, el último movimiento de Castillo fue un salto al vacío. El Congreso, que antes de su ‘disolución’ no contaba con los votos necesarios para destituir al presidente por ‘incapacidad moral permanente’, acabó reuniéndose de urgencia a media tarde y, en una votación a mano alzada donde ha triunfado el sí, el presidente ha sido destituido de su cargo.” (Info: https://acortar.link/xy51hW).
Fue un “golpe desesperado”, calificó Keiko Fujimori, a la vez que exhortó al Congreso a destituir al presidente Castillo y a las Fuerzas Armadas a “respaldar el orden constitucional”. Con estas palabras: “Pedro Castillo da un golpe desesperado porque sabía que le quedaban pocas horas en el poder. El Congreso debe seguir adelante con la vacancia (destitución) y las Fuerzas Armadas tienen que respaldar el orden constitucional”, escribió en Twitter: https://acortar.link/0YPs5X.
El caso es que rápidamente el Congreso se aprestó a cubrir el vacío presidencial, tomó las riendas y declaró presidente sustituto a quien hasta entonces era la vicepresidenta de Castillo, la abogada izquierdista Dina Boluarte.
Por lo demás, cabe señalar que ciertamente la decisión del expresidente Castillo puede ser calificada de apresurada, pero el acoso de la derecha fue permanente desde su arribo al poder. No les dio tregua desde la campaña, al proponer cambios importantes. Quizá tampoco tuvo los apoyos internos suficientes desde su propio gabinete para realizar sus planes.
Es el caso de sus planes de gobierno. Los cinco principales no los pudo llevar a cabo, quedaron en eso porque se le terminó el tiempo. Nacionalizar algunos recursos como el gas natural, instrumentar un modelo de economía popular con mercados —dijo, basado en el modelo boliviano de Evo Morales—, o convocar a un referéndum para elegir una Asamblea Nacional Constituyente. Nada. Al contrario, previno a sus contrincantes políticos.
Sobre esto último, por ejemplo, en su momento un expresidente del Tribunal Constitucional, Ósvar Urviola, dijo: “Si a los siete meses de un eventual gobierno se convoca a una asamblea constitucional, se estaría dando un golpe de Estado. Las reformas se hacen conforme lo establece la Constitución”.
La derecha, de las mieles del poder
El respeto a los procedimientos, legales y constitucionales, claro. Es más, cabe aclarar: Castillo se fue con todo y sin apoyo alguno. Se quedó solo. Porque requería mínimo contrapesos de poder. Lo que no tuvo al momento de tomar decisiones. En otras palabras, desde el momento que no contó con las Fuerzas Armadas quedó desamparado, y aun así se lanzó con todo. Fue el salto al vacío.
Arremetió contra el sistema de justicia —Poder Judicial, Ministerio Público, Junta Nacional de Justicia y Tribunal Constitucional— y el propio Congreso. Siendo que la sesión legislativa de ese miércoles tenía en el orden del día la votación de la tercera “vacancia” (destitución) contra el presidente Castillo.
Por tanto, es claro que todavía como Presidente, Pedro Castillo tomó una decisión exasperada. Cubierta, además, por una oposición de derecha recalcitrante y fujimorista que nunca lo dejó gobernar. Claro que la derecha no lo quería por sus planes “populistas”.
Claro que el proceso de los opositores en contra de Castillo, durante su periodo de gobierno suena entre golpe suave y lawfare, proceso combinado entre preparación para golpe de Estado y/o judicialización de su gobierno para volverlo ingobernable. Lo que al fin cuajó. Es claro que las elites políticas y empresariales han querido un presidente afín, como Keiko Fujimori que los represente.
Les quedó el dedo dulce desde que Alberto Fujimori les entregó las “mieles del poder”, tras la aplicación de las reformas económicas estructurales de corte neoliberal que redituó en grandes beneficios como sector pudiente. Es decir, las reformas de los años 90 convirtieron a Perú en uno de los principales exportadores del sector minero: primer productor mundial de plata, segundo lugar de cobre y zinc, el tercero de estaño, bismuto y telurio; el cuarto en plomo y el quinto en oro.
Se trata, ni más ni menos que de uno de los procesos más «exitosos» del desarrollo en América Latina, con el fujimorismo, según organizaciones internacionales neoliberales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Todo en favor de las clases dominantes, no de los planes populares de trabajo, salario, educación, salud, bienestar, etcétera.
Pedro Castillo era un presidente legítimo —ganó en segunda vuelta por el partido Perú Libre, con el 50.13 por ciento de la votación, compitiendo con la candidata opositora de Fuerza Popular, Keiko Fujimori—, con todas las de la ley electoral y constitucional. Pero incómodo a las clases que detentan el control del país.
Por eso añoran el fujimorismo, por eso apoyaban a Keiko, su hija, quien por cierto puede ser la próxima presidenta. ¿Plan con maña? Golpismo preparado con antelación; golpe blando, desde la óptica de las guerras híbridas que se vienen gestando desde el poder allende en Washington para la región.
¿Acaso Luis Almagro, de la OEA, no tenía que repudiar el golpismo contra el presidente Castillo? Lo contrario: saludo desde su cuente de Twitter a Alina Boluarte, investida nueva presidenta de Perú. Llamando a «recomponer la senda democrática» en el país. “Reafirmamos el apoyo de la OEA a la democracia, paz, institucionalidad y a la imperiosa necesidad de recomponer la senda democrática; con un diálogo incluyente, abierto, franco y respetuoso”. Ah. ¿Ahora sí?
*geopolítica.com, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., @sal_briceo.
08 de diciembre 2022.