*Pero Estados Unidos no encontrará la madeja, con todo y tenga una de las puntas del hilo; porque no es el carrete, es el gato.
Por Salvador González Briceño*
Enhorabuena. El mundo se encuentra en el umbral de una “nueva era”. Se dice fácil, pero ha costado sangre por las guerras de Estados Unidos contra el mundo; el Estado criminal por excelencia de la Guerra Fría. Lo menos desde Vietnam a la fecha, mediados del Siglo XX hasta principios del Siglo XXI, el mundo padece a Estados Unidos.
Su “calidad” hegemónica le ha costado cara a la humanidad. O está a punto de... Chomsky ha dicho que Estados Unidos es —ha sido— la peor amenaza para la paz mundial. Y es verdad. Solo que el mundo está harto de sus amenazas, de sus guerras, sus invasiones, su militarismo, sus agresiones, golpes de Estado contra presuntos “enemigos”, nada más por resistirse a la opresión, al dominio y al control imperial. Pero eso se acabó.
Porque en la apuesta está el fin del imperio. Ahora sí podemos decir, no preguntar, ¿quién le puso el cascabel al gato? Porque el ocaso se lo plantó Rusia en Ucrania, luego que Estados Unidos planeó, con la ayuda de la OTAN y sus “conspicuos” integrantes europeos, la citada invasión; lo que para Rusia ha sido una “operación militar especial”, con saldos cuyos alcances van más allá del territorio ucraniano y europeo, pero son de alcance global.
En otras palabras, la supremacía estadounidense no será más. A lo sumo, compartirá liderazgo con otras potencias, como China y Rusia. Porque la unipolaridad de Estados Unidos no podrá seguir dominando al mundo. Le guste o no a Estados Unidos; a los halcones, a instancias como el Pentágono, el Departamento de Estado, la Presidencia, el Congreso, e tutti quanti.
El multilateralismo ya suena en los oídos de Joe Biden y su gabinete, donde quiera que se encuentren. La hegemonía no existe como tal; el país hegemón de la Guerra Fría se terminó humedeciendo y está al punto de convertirse en lodo. Es la repetición de los ciclos históricos para las grandes potencias.
Viene esa suerte de supremacía compartida o colectiva entre, por ahora, las tres principales potencias, a las que pronto se estarán sumando tantas más. Alentadas por el eje competitivo de la multipolaridad, desde Rusia y China, pronto estarán en ascenso —ya sin la intromisión perversa de los Estados Unidos—, países como la India, Irán, y tal vez otros como Brasil, etcétera. Potencias emergentes todas, cuando ya la supremacía estadounidense se termine.
Avanza la multipolaridad, pese a EE.UU.
De Rusia hemos hablado tanto como las circunstancias lo exigen —ni por favoritismo, sino por la razón geopolítica e histórica—, como de Estados Unidos, de Occidente en general, incluso Europa, por la guerra y su confrontación con el “occidente colectivo”; igualmente de la OTAN, como del Pentágono o Biden y sus operadores “halcones” de gabinete.
No tanto así de China, pero es claro —eso sí lo hemos reiterado, sin muchas opciones de desarrollo temático dada la urgencia de los temas y la coyuntura—, que Rusia se ha plantado en el mundo como el país que tiene el empuje geopolítico de la nueva era hoy en trabajo de parto, del mundo multipolar; como a China le corresponde ese rol que ya ni siquiera Estados Unidos le puede arrebatar, de la supremacía geoeconómica.
Pero, hay que dejarlo claro, es Rusia quien le ha puesto el cascabel al gato. No solo ha mostrado ser una potencia militar de primer orden —prueba que Occidente no ha podido derrotarla, pese a todos los apoyos militares, capacitación y recursos para financiar la guerra proporcionados a Ucrania vía la OTAN—, que “pierde todas las batallas sobre el terreno”, únicamente gracias a las fake news difundidas, la propaganda mediática occidental que miente siempre.
Pero valga, Rusia incluso sin que ganara las batallas ya ganó la guerra contra el “occidente colectivo”. Todo porque el Occidente ya perdió la brújula: no solo de las batallas, también de las sanciones económicas, de la supremacía del dólar, de la llamada globalización neoliberal, del control de los mercados energéticos —petróleo y gas.
Tan solo léase la fragilidad de la otrora boyante influencia estadounidense en la propia Eurasia o en Asia Pacífico, en el Medio Oriente y el Oriente Medio, por no citar que África ha cambiado ya de bando, o con Rusia o con China, porque tanto EE.UU. como la UE —Francia, por ejemplo—, comienzan a perder terreno.
Un mundo que ya no da marcha atrás. Lo contrario, las agrupaciones multipolares avanzan, como los BRICS donde asoman a formar parte una veintena de países. Y, principalmente o sobre todo, la fuerte alianza de Rusia y China, porque los chinos finalmente se pusieron las pilas y saben que solitos como venían malabareando la situación no les conducía más que a una más acelerada condición de confrontación con Estados Unidos.
Es por lo último que las declaraciones chinas respecto al conflicto en Ucrania de Rusia han cambiado, con respecto a la “alineación” exigida por Estados Unidos y la propia Ucrania. Y China ha dicho que No. Que su “asociación estratégica” con Rusia no tiene parangón y es indivisible, con otras palabras.
No es el carrete sino la cola del gato
El caso es que, aun desde el propio militarismo, Estados Unidos no está en condiciones siquiera de confrontar a Rusia, y menos ahora que la alianza sino-rusa es más fuerte gracias a las amenazas estadounidenses, la guerra contra Rusia y los acosos por el tema Taiwán a China.
Así lo han reconocido análisis de los propios órganos mediáticos estadounidenses, como Foreign Policy o el Wall Street Journal. El primero reporta que, según el propio Biden dice: “Estamos de vuelta a un mundo de varias grandes potencias”, con todo y voces internas que se aferran a la “supremacía indiscutible”. No obstante, Biden reconoce que en el mundo ya no existe una sola potencia. Y en su búsqueda de reafirmar dicho liderazgo en el conflicto contra Rusia, así como tratar de sofocar a China, lo está haciendo sin éxito.
Pero le queda alguna “esperanza” a Estados Unidos, dice el autor del tema: “El regreso de la multipolaridad recreará un mundo donde Eurasia contiene varias potencias importantes de diferentes fuerzas. Es probable que estos Estados se miren con cautela, especialmente cuando están muy cerca.
“Esta situación le da(ría) a Estados Unidos una flexibilidad considerable para ajustar sus alineamientos según sea necesario, tal como lo hizo cuando se alió con la Rusia estalinista en la Segunda Guerra Mundial y cuando se reconcilió con la China maoísta durante la Guerra Fría”.
Pero se olvida que las circunstancias ahora son distintas, nada que ver con la Guerra Fría. El WSJ, por su lado y hablando de las capacidades militares, señala que, “pese al intervencionismo en el Medio Oriente y Asia Central de las últimas décadas, Estados Unidos ‘todavía no está listo’ y enfrenta ‘grandes obstáculos en el camino’ para producir armas y encontrar nuevas formas de enfrentar a otros adversarios”.
Que “a pesar de un presupuesto de defensa anual que ha aumentado a más de 800.000 millones de dólares, el cambio se ha retrasado por la preocupación por las guerras en Irak y Afganistán, la búsqueda de armas caras que no dieron resultado, los debates internos del gobierno de EE.UU. sobre los presupuestos y desacuerdos sobre la urgencia de la amenaza de Pekín”.
Y eso que la revisión del Jornal no cuenta con Rusia y solo le echa la bolita a China. Pero Estados Unidos no encontrará la madeja, con todo y tenga una de las puntas del hilo en las manos; porque no es el carrete, es el gato. Lo bueno es que el “nuevo mundo” avanza.
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*geopolítica.com, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., @sal_briceo.
08 de marzo 2023.