*La guerra por otros medios, la económica, que no se puede argüir ha sido culpa de la pandemia en 2020, o de la “guerra de Rusia”.
Por Salvador González Briceño*
Llegó lo indeseable, pero predecible. El capitalismo de rufianes comienza a mirar su propio derrumbe. Y estalla en el país cuya fortaleza económica por un tiempo se vio a sí mismo y vendió al mundo como hegemón desde 1991, por un dominio a partir de entonces sin rival ni competencia, ese contra quien conspiró hasta conseguir finiquitar el otro polo de la Guerra Fría: la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) ese año.
Un Estados Unidos que al insuperar la condición inflada y especulativa de la economía bolsista, en su faceta última tan desdibujada cuyas características han dejado incluso de ser un capital/imperialismo/financiero, para pasar a una suerte de economía de ladrones o economía de compinches —o peor aún de corte fascista— una calidad deplorable como quedó tras la crisis de 2008, pese a las promesas y esperanzas de conseguir otro periodo de auge —como el que logró William Clinton durante su gestión gracias a la industria de tecnológicos—, que nunca llegó.
Como para que no se olvide que las crisis son cíclicas, como tampoco dejar de considerar que si las contradicciones —complicaciones, si se quiere, más cerca de las “complicidades”— no se atienden de fondo crecen y sus impactos son mayores conforme alimentan las distorsiones que causan los desajustes económicos que no ceden a caprichos.
O sin políticas reales donde se creen las condiciones para el crecimiento económico, por un lado y por el otro mientras no se depure el sistema especulativo —en chino, y precisamente si se quiere entonces primero tiene que quebrar, como comienza a ocurrir ahora— de compinches.
Y para tamañas distorsiones, darles largas y no resolver, están los bancos centrales que alientan dicha economía de ladrones, en tanto que, como ocurre con la Reserva Federal (FED) o en el caso europeo el Banco Central Europeo (BCE), dichas instituciones se encargan de dos cosas: a) prestar a inversores de largo plazo a tasas cero y por largo tiempo para los amigotes y socios, sus compinches; b) como a rescatarlos en cuanto llegan los tiempos de las verdades. Todo a costa de los contribuyentes, como dejó en claro Biden el lunes pasado.
Hoy se están rescatando bancos como los: Charles Schwab, el Silicon Valley Bank y al Signature Bank, de Estados Unidos con fondos desde la FED, a minoristas no accionistas mayores. Tal y como está ocurriendo con el HSBC en Londres, que es igualmente rescatado. En ambos países, para que el sistema bancario no se desplome, contaminado por estas “instituciones” hermanas de la caridad con una posible reacción en cadena.
La terca realidad, la economía también
Lo que ahora está ocurriendo en la economía estadounidense, con el aval de la FED y el Departamento del Tesoro, que sin el consentimiento de los ciudadanos se están encargando de salvar a los bancos de los números rojos, en quiebra real no técnica, para que no suceda lo previsto: la caída de más bancos tal y cual sucedió en 2008 con la quiebra de Lehman Brothers, “tan grande que no debía caer”, pero sucedió.
A todo esto, por cierto, asoman las acciones geopolíticas de Estados Unidos en muchos sentidos. Citemos por ahora algunas:
1-. Ya decíamos que la quiebra de los bancos no sucede por azahar, como por las distorsiones mismas del sistema financiero que alimenta las burbujas, venta de bonos a futuro y emisión de deuda y moneda, préstamos sin problema que para eso se controla la máquina de imprimir los dólares.
2.- Las condiciones de la crisis de 2008 no se superaron y quedaron rampantes durante estos años hasta alcanzar el 2023, que vuelven a aparecer.
3.- Como se sabe por los planificadores del gran capital especulativo y se conoce gracias a Marx, las crisis son cíclicas y llegan pese a las promesas de los políticos, que resultan ridículas frente a la arrolladora presión de inflación o aumento de los precios, estanflación o crecimiento con inflación, caída del PIB —peor si la economía no tiene sustento real; como el billete con la moneda de oro—, desempleo, carencia de inversión, caída de las tasas de ganancia, entre otras.
4.- Otro tema es que, como sucedió tras la debacle del capitalismo en 1929, la aplicación del Plan Roosevelt no fue suficiente hasta que llegó la guerra. Y la guerra, que es destrucción de infraestructura y “capital fijo”, funciona como reactivador de la economía porque primero es el negocio de las armas y luego viene la reconstrucción. Eso representa inversiones en la industria de la guerra y luego en la de construcción. Surge la economía de guerra.
5.- Y por lo visto, Estados Unidos la apostó a dos circunstancias, ambas tan perversas como de corte fascista: a) la propagación como guerra bacteriológica en el 2020, como ha sido el virus corona, b) la planeación, por todos los medios provocada de una guerra en pleno corazón de Europa, en Ucrania y contra Rusia. Situación en la que los principales países desarrollados, hoy más bien al punto de quiebra —por cierto, peor que en 1929 y el 2008—, crearon la guerra para reactivar los negocios derivados, pero no les dio resultados al subestimar a Rusia.
6.- Como el bumerang ruso funcionó a la perfección tras las sanciones económicas desde Europa, la economía rusa salió adelante, no sin problemas por la guerra misma, pero no quebró como presumió el “occidente colectivo”. Todo lo contrario, el presidente Putin fue obligado a consolidar mercados, socios y amigos con las principales potencias también emergentes del Asia Pacífico.
7.- Lo que sí consiguieron los países anglosajones porque ambos están metidos en la destrucción de Rusia, han sido también dos logros importantes para ellos como agentes pretendidamente dominantes del “orden occidental basado en reglas”: a) romper toda posible alianza ruso-alemana, tanto con la guerra misma como presionando a Alemania a jugar del lado de Occidente, y por lo mismo se boicotearon los Nord Stream 1 y 2, como b) destruir a Europa, uno de los objetivos clave de Estados Unidos principalmente, para mantener a la UE sometida y conservar su hegemonía sobre los países del bloque, sin opciones de salir a buscar otros socios cuando la guerra termine que se avizora ocurra en el curso de la primavera europea entrante.
8.- Directa o indirectamente, pero al fin un saldo de la “guerra subsidiaria” con Rusia, Estados Unidos ha perdido hegemonía con la otrora supremacía del dólar en los mercados internacionales, en tanto la compra-venta de los energéticos no son ya en dólares, en todos los casos al tiempo que pierde fuerza para financiar sus guerras. E igualmente, ha perdido mercados y con ello la globalización neoliberal también. La terca realidad.
9.- El acercamiento estratégico entre Rusia y China ha sido contraproducente para Estados Unidos en particular y Occidente en general. Ahora Washington tiene dos frentes competitivos. Y como lo ha dado a conocer recién, China no permitirá que Rusia pierda en Ucrania, porque el siguiente atacado sería China, o Estados Unidos enfilaría sus baterías contra China por Taiwán.
10.- Tras la guerra el mundo avanza a pasos agigantados hacia la configuración de un Nuevo Orden internacional, que más bien Multipolar. Ninguna de las potencias emergentes quiere a un EE.UU. al frente del Siglo XXI. Por lo que, aún ganando en Ucrania, Washington no la tiene fácil.
Es más, precisamente por la debacle económico-especulativa en puerta, Estados Unidos quedará fuera de los apoyos continuos como hasta ahora para la guerra de Ucrania —que es la suya—, con Rusia. Es la guerra por otros medios, la económica, que no se puede argüir ha sido culpa de la pandemia en 2020, o de la “guerra de Rusia”. Es el preludio del hundimiento de un imperio al que le llegó su hora. EE.U. está a punto de perder su propia guerra, la económica.
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*geopolítica.com, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., @sal_briceo.
15 de marzo 2023.