*Ya Harry S. Truman (1945-1953), quien decidió lanzar las bombas sobre Japón, planeó en 1948 mediante la “Operación Dropshot”, emplear todo el arsenal nuclear contra “objetivos estratégicos” de la Unión Soviética.

Por Salvador González Briceño* 

Para cuando John F. Kennedy fue presidente —de enero 20 de 1961 hasta su asesinato en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963—, ya el antecesor Dwight D. Eisenhower habría advertido en su discurso de fin de mandato sobre la creciente amenaza militarista de su país, con las siguientes palabras: “Debemos estar alertas contra el desarrollo de influencias indebidas, sean buscadas o no, del complejo militar-industrial. Existe y existirán circunstancias que harán posible que surjan poderes en lugares indebidos, con efectos desastrosos”.

Alertó y acertó, porque Eisenhower lo vivió o padeció de cerca: el auge de la industria armamentista en su país tras la Segunda Guerra Mundial y por la guerra en Vietnam, que terminaría hasta 1975 con 2.5 millones de muertes, más allá del propio JFK. El negocio de ganancias millonarias; la muerte sembrada con napalm en la —no obstante— infranqueable selva vietnamita y las trampas de un ejército mermado (pero no de valor), los golpes de los inmolados; en fin, la fuerza de un pueblo en defensa de su suelo, de su patria, de su propia gente, contra un país pleno de soberbia y “superioridad” que, no obstante ser el presunto “ejército más poderoso del mundo”, padeció ahí su más grande e histórica derrota.

Robert Kennedy, el sobrino, lo recuerda hoy con las siguientes palabras, a cuento de la confrontación latente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial de Estados Unidos, primero con la URSS y ahora contra Rusia: “‘Tenemos que ir a la guerra con los soviéticos (le dijo el Pentágono a su tío el presidente JFK; recordemos que la OTAN se creó en 1949) antes de que nos alcancen’, y ya sabes, antes de que nos alcancen los misiles, ya que teníamos más misiles y más bombas en ese momento (que ellos), y en una presentación que le hicieron a mi tío, mi tío les preguntó ¿cuántas personas van a morir en esta guerra? Ellos dijeron: ‘vamos a matar a 130 millones de rusos y solo vamos a perder 30 millones de estadounidenses’, y para ellos eso era una victoria”, remata.

Las ambiciones militaristas, plenas de soberbia y presunta “superioridad”, estaban alentadas entre los “inversionistas” de la Segunda Guerra: primero las empresas que participaron —norteamericanas, entre ellas— alimentando al propio ejército alemán, luego con el estallamiento de las dos bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki contra Japón, así para su rendición a cuenta de Pearl Harbor, como para meter miedo a la Unión Soviética en particular y al mundo en general. Dejando de lado o desdeñando el costo de vidas que causó a los soviéticos extirpar del mundo a la propia maquinaria de guerra alemana y dictatorial. Porque ni el “día D” o el desembarco de los “aliados” en Normandía determinaron la derrota nazi de Hitler como la llamada “gran guerra patria” soviética.

Vietnam, luego Afganistán, hoy Ucrania

De ese modo, las derrotas del imperialismo estadounidense han quedado registradas en la historia, porque tarde que temprano se desvela la verdad por mucho que se trata de ocultar bajo siete llaves. Es decir, los atropellos salen a flote degradando al principal actor y promotor —como imperio y moralmente—, para terminar reivindicando a las víctimas tras el más mínimo recuento. El ajuste de cuentas sigue pendiente, pero llegará inclusive por las mismas causales internas. La disolución de un imperio, como el reloj de arena, es inevitable. Y no falta tanto, porque el hundimiento económico, en tanto la especulación flotante nunca suple a la producción real creadora de riqueza (esas son las disparidades ya entre la economía de EE.UU. y la de China hoy), está a la vuelta de la esquina.

Para aclarar, que el hundimiento imperial será fruto de causas tanto internas como externas. Internamente porque la economía estadounidense es un caos, y de afuera porque tras su “guerra subsidiaria” contra Rusia en Ucrania, el peor de los escenarios inesperados para los agentes promotores del “occidente colectivo”, con los anglosajones y la desUnión Europea al frente como parte de la OTAN, comenzó pronto a cobrar facturas por el bumerang de las sanciones económicas a Rusia, que les resultó en perfecto fraude y de gran impacto en el terreno geoeconómico como geopolítico y a escala mundial. Agentes creadores de su propia destrucción, los líderes europeos sujetos a intereses ajenos, por un conflicto que tampoco es suyo, pero bien contribuyeron a crear.

De ese modo, primero fue Vietnam, luego vino Afganistán, un lastimoso retiro para Biden. El tema es que Estados Unidos no gana, pero se conforma con sembrar el caos, la violencia mediante el abastecimiento de armas a escala regional, para de ahí quedarse con el control de los negocios en la medida de lo posible comenzando por “olvidar” o “perder” el armamento entre “aliados” a pura conveniencia. La “libertad” y “democracia”, “liberación de los pueblos” del yugo “autócrata” o “dictatorial” y de gobiernos “populistas” en todo su esplendor.

Esa herencia es la que está acabando con el otrora poderío hegemónico estadounidense, primero por sus propias acciones luego por el impacto en el mundo de sus atropellos. Los mayores pesos los carga con Vietnam, luego el síndrome con Afganistán. Esta última invasión, a su vez que Irak, motivada por intereses oscuros como han sido los atentados “terroristas” por presuntos de Al Qaeda, a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001.

Con el golpe final, propinado por Rusia tras el conflicto en Ucrania. Desde donde construyó los pilares del hundimiento del dólar, de la antes boyante globalización liberal y de su propia hegemonía. Todo a raíz de su guerra contra Rusia, el país al que curiosamente —coincidencias cíclicas del destino—, le toca pagar con sangre la derrota nazifascista. Eso el mundo lo sabe, como el decadente imperio. Y por lo mismo no cesa la presión en el contexto de dicha guerra, de buscar crear por todos los medios posibles las condiciones para destruir a Rusia, como antes a la Unión Soviética.

Con todo y sus mentiras

Asume, el “occidente colectivo” que lo conseguirá, pero no sabe cómo ni cuándo. Lo único es que no quieren negociar la paz; ni Estados Unidos, ni la desUnión Europea, como tampoco Zelenski que solo sigue órdenes superiores de la Casa Blanca. Menos en términos rusos como tampoco chinos. Quieren el retiro total de tropas rusas o la paz de los sepulcros; la prolongación de la guerra “hasta el último ucraniano”, o de plano generar un escenario —inclusive nuclear como destruir la central atómica de Zaporiyia— para presumir victoria.

Pero está claro que la verdad no les asiste. Josep Borrell, por ejemplo, asume que están de lado “correcto de la historia”. Pero su cuadro no tiene pies ni cabeza, menos la esfera bajo la cual se conduce la “guerra híbrida”. Porque Occidente emprendió contra Rusia un conflicto estilo Guerra Fría y, como si no se percataran de ello, por lo mismo están perdidos.

No es solo la hegemonía estadounidense, con un líder como Joe Biden que no sabe en dónde está parado, lo que se está agotando en la presente guerra contra Rusia, no. Es el hundimiento europeo, por donde se le mire. ¿Quedará la desUnión Europea todavía más sometida por Estados Unidos, cual estatus del periodo de Guerra Fría? No se vislumbra otra ruta en tanto no se liberen del control económico —con energía e inflación al alza—, y de “seguridad” desde Washington. Francia asoma por una vía distinta, tarde, pero Macron lo ha iniciado desde su última visita a China. ¿Y el resto de países? Seguirán el juego de la OTAN de aportar más recursos, solo para llenar los bolsillos de los fabricantes de armas del Pentágono con el 2 por ciento del PIB cada uno, “por la amenaza rusa” y Putin. Caos seguro, su cosecha si no siembran en terrenos distintos.

Assange, el otro mensajero en riesgo

En ese contexto, como no hay mal que dure 100 años, tampoco mentira que lo soporte porque la verdad sale a la luz tarde o temprano, a pesar de las repeticiones propagandísticas que presumiblemente imponen verdades —la tesis fascistoide tipo Goebbels—, los mencionados atropellos quedan flotando y al desnudo. Sucedió con los llamados Pentagon Papers que diera a conocer Daniel Ellsberg en 1971, justo sobre las implicaciones de la maquinaria militar-industrial (de Eisenhower) de Estados Unidos en Vietnam, entre los años 1945 y 1967 en plena Guerra Fría, y su derrota.

El The New York Times entonces dijo que los papeles del Pentágono, “demostraban, entre otras cosas, que la administración Johnson había mentido sistemáticamente, no sólo al público sino también al Congreso, sobre un tema de interés nacional trascendente e importante que es su objetivo al sostener más bases militares en casi todo el mundo, como parte de sus otrora políticas de dominación y control imperial, conforme sus propios intereses de explotación mundial.” La caída de Nixon por el escándalo/espionaje conocido como Watergate es otro ejemplo.

Así fue con las revelaciones en 2010 por WikiLeaks, los casi 400 mil documentos sobre la guerra de George Bush en Irak y otros 77 mil por su invasión de Afganistán, donde dichos atropellos militares cometidos contra la población de ambos países, por el ejército todavía considerado (sic) “más poderoso del mundo” —hoy sabemos que no es tal; más allá de Hollywood y “Rambo”—, como asesinato de civiles y otros menesteres so pretexto de su “guerra contra el terrorismo”, expuesto en tales “documentos secretos” que hoy el imperio cobra con la vida de Julian Assange, desde la ratonera de Belmarsh en Bretaña, y la amenaza de juzgarle todavía e imponer sentencia de 175 años bajo los procesos ilegales y extraterritoriales estadounidenses, solo por revelar verdades matando al mensajero, y no juzgar al culpable de los miles de muertes en su haber. (Mi libro “Assange-WikiLeaks, el Watergate del Siglo XXI”, en Amazon: https://acortar.link/WHiH3b).

Lo más reciente, la filtración de “otros” documentos del Pentágono a principios de abril de 2023, por un joven de 21 años —de nombre Jack Teixeira, presunto culpable, detenido el día 13 en la ciudad de Boston mediante un aparatoso operativo—, que se presume ocurrió más “accidentalmente” que planificado al no ser el fruto de operación alguna de “espionaje”, cierta “organización” o “enemigo” geopolítico, sino de una suerte de portal de juegos —curioso, no?

Publicaciones que provocan varias lecturas o aristas en grado de interpretación por los contenidos —la fracción de los mismos dada a conocer— hechos públicos. Como “acciones del Pentágono” sobre la guerra en Ucrania y el espionaje a Zelenski, las coreas y otros “amigos” o “aliados” que son vigilados siempre, ejercicio de una práctica ordinaria.

Como toda “filtración” que cala a los agresores, la revelación de información pasa por un proceso, dispar, por etapas: mutis, luego negación, fake news, “filtración”, descalificación por tratarse de propaganda, rechazo u aceptación forzada y acusaciones entre las partes o posibles implicados.

La “Operación Dropshot”

El caso es que la filtración de documentos ha creado una crisis en la guerra de la OTAN contra Rusia, por sus “secretos” develados. Falacias, dicen, pero: 1) las pérdidas de Ucrania son mínimas, menos que las rusas; 2) Ucrania recuperará Crimea, con más armas y dinero; 3) Zelenski está listo para ganar la guerra.

Es decir, nada se corresponde a lo que pretende el “occidente colectivo”, pero aun así sostienen las publicaciones en los medios de comunicación dominantes. Por tanto, no hay condiciones para que Ucrania gane la guerra. La guerra de Occidente, Estados Unidos la tiene perdida.

Información sensible como, por ejemplo, que los operadores estadounidenses están más implicados “tanto en la guerra como en el funcionamiento cotidiano del gobierno ucraniano”, de lo que se dice. Un conflicto donde, para el ejército ucraniano que lucha a nombre de la OTAN, le es “menos” favorable.

Elementos de fragilidad, como “las defensas aéreas” de Ucrania destruidas por Rusia. Lo reconoció The New York Times: el “documento filtrado por el Pentágono revela en 485 el número de cazas rusos” en el teatro de operaciones, frente a solo 85 de Ucrania. Y así, todo en contra porque Ucrania no está en condiciones ya de “ganar la guerra”, y con ello el “occidente colectivo”.

Sobre la “próxima contraofensiva”, tan esperada, los documentos del Pentágono revelan que “cualquier ofensiva militar de Ucrania podría ser desastrosa”. Porque el ejército de Ucrania no tiene munición ni artillería, ni quién se los proporcione.

Así, cuando el ministro de exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, se refirió al tema de las filtraciones, dijo que se había comunicado con el secretario de Estado Blinken, y éste la reafirmó el apoyo de su país rechazando cualquier duda sobre la “capacidad de Ucrania” para vencer a Rusia. En tanto Estados Unidos anunció el día 19 otros 325 millones de dólares en más ayuda militar para Ucrania, con abastecimiento de cartuchos de artillería y cohetes para el sistema HIMARS. De los cuales Ucrania ha dispuesto ya de 9 mil 612 cohetes por un total de $1 mil 538 millones.

Miles de millones que, sin embargo, no son garantía de triunfo. Lo contrario, se calcula que han muerto más de 200 mil soldados ucranianos, con cientos de miles más que han resultado heridos. La propaganda no gana las guerras, solo enturbia los fines de las mismas. Mientras tanto Zelenski calla, pero se reúne con Rishi Sunak primer ministro británico. Y Bretaña avanza por la libre, maneja su propia agenda. Al igual que con Macron, que intenta zafarse del control anglosajón, pero no sabe cómo. (Datos de: https://acortar.link/PCER9w).

En tanto el presidente de Ucrania no las tiene todas consigo, con señalamientos de corrupción entre su gabinete y el desvió de 400 millones de dólares. Súmense las no pocas advertencias sobre se destitución. Luego entonces, ¿qué le queda para iniciar o proponer negociaciones para la paz? Nada. Al menos a él. ¿Entonces a quién? Como preguntamos antes, ¿a Biden? ¿a Sunak? ¿Macron? ¿Leyen o Borrell? Stoltenberg no cuenta en esto; Austin ni Milley. No hay con quién iniciar negociaciones de paz. Biden está perdido, Zelenski también. Solo el Pentágono no pierde.

Por ello, mientras la “justicia” castiga mensajeros, el Pentágono sigue en pie de guerra. Con todo y su apuesta ya no es ganar sino seguir vendiendo, el negocio del complejo militar-industrial de siempre. Salvo que, perdido en la soberbia hoy carece del poderío para derrotar a Rusia, como antes pudo ser con la Unión Soviética. JFK no habló, pero su sobrino sí.

Ya Harry S. Truman (1945-1953), quien decidió lanzar las bombas sobre Japón, planeó en 1948 mediante la “Operación Dropshot”, emplear todo el arsenal nuclear contra “objetivos estratégicos” de la Unión Soviética. Hoy no solo Rusia, el mundo debe tener cuidado. Y exigir la paz.

*Director del CENTRO DE GEOPOLÍTICA EN MÉXICO: geopolítica.com

28 de abril 2023.