Por Salvador González Briceño
*Adelanto de libro bajo el título: “Dossier: Geopolítica y Multipolaridad”, sección especial de la revista VOCES DEL PERIODISTA.
Lo que sigue forma parte de los contenidos de libro cuyos análisis periódicos han sido publicados en la revista del Club de Periodistas de México, sobre los temas apuntados: geopolítica y multipolaridad.
La disputa entre potencias por el control geopolítico del mundo, ocurre entre dos opciones: o la continuidad de las políticas neoliberales del imperialismo estadounidense en pleno siglo XXI, o el surgimiento de un nuevo orden mundial, plural, de muchos polos e incluyente. Es lo que está en juego.
Edición de próxima publicación...
PRÓLOGO
“Quien mira un reloj de arena, ve la disolución de un imperio”: Borges.
Tiempo de definiciones: entre la continuidad del hegemonismo imperial del Siglo XX y la renovación del mundo con poderes múltiples para el Siglo XXI. La disputa es por el poder mundial, y está en pleno auge. De ello pende el futuro de la Humanidad. Ni más ni menos.
El instrumento es el peor de los inventos de la llamada “civilización”: la guerra. Es decir, el cambio en plena gestación devendrá como saldo del conflicto que se desarrolla hoy al este de Europa —¡ah, la Europa de las dos guerras mundiales del Siglo XX!—, en Ucrania, entre Estados Unidos y Rusia, como guerra proxy del primero. De lo más lastimoso para la historia, pero que traerá sus costos; tanto pérdidas como beneficios.
En dicha circunstancia asoman dos proyectos:
1) El orden mundial “basado en reglas”, que promueve continuar la hegemonía de Estados Unidos con propuestas como los planes del Foro Económico Mundial (“The Great Reset”), la Agenda 2030 y la Quinta Revolución Industrial, una suerte de renacer imperial, con todo y el caos económico por sus insuperadas crisis;
2) El modelo alternativo de naciones, multipolar anti hegemónico que proponen Rusia y China como cabezas de playa, agentes de un Nuevo Orden Mundial Multilateral incluyente y democrático, países superiores en amplias ramas tecnológicas y con la fuerza de organismos como los BRICS, entre otros.
Por un lado, Estados Unidos pretende mantener el control, dominar al mundo como lo ejerció durante la Guerra Fría y país hegemón tras la caída de la URSS. Por el otro, las potencias o países emergentes que responden a otros planes, a un sentir general alejado de la supremacía imperial estadounidense.
Claro que los planes del hegemonismo occidental —anglosajón, pero encabezado por EE.UU.— tienen características enraizadas en las guerras el pasado, como en el Heartland, o corazón del mundo del geopolítico inglés Halford Mackinder.
Ya desde la Segunda Guerra Mundial, luego en tiempos de la Guerra Fría, países como Estados Unidos y Gran Bretaña —otras potencias como Alemania y Francia—, tenían puestos los ojos en las riquezas naturales de la Unión Soviética primero, luego de Rusia como heredera territorial del país más grande del mundo.
La meta: conquistar, destruir o fragmentar a la URSS primero y Rusia después, lo que ha resultado imposible al llamado “occidente colectivo” durante el Siglo XX, ni siquiera entrado el XXI como lo está intentando mediante la guerra de la OTAN contra el país eslavo.
Tras la caída de la URSS
Por tanto, la presente guerra es parte de la estrategia y geopolítica del “occidente colectivo” que comandan los países anglosajones, con el imperio estadounidense al frente contra Rusia. Una ofensiva renovada que partió desde la caída de la URSS en 1991, y se ultimó en detalle a raíz del golpe de Estado en Ucrania en el año 2014 como guerra subsidiaria.
La tesis, tan simple como de Guerra Fría: si la potencia soviética se derrumbó, Rusia por qué no. Una confrontación por todos los medios al viejo estilo.
Solo que a EE.UU. le devendría lo inesperado en su guerra proxy contra Rusia; mejor dicho, como imperio entraría en un callejón sin salida, sorprendido y sin planificarlo ni anticiparse —le falló la prospectiva, a sus analistas, geopolíticos y estrategas civiles y militares—. El bumerang de las sanciones impactaría tanto a Estados Unidos como la Unión Europea, como parte de la respuesta militar rusa en el campo de batalla contra la maquinaria de la OTAN.
Los varios lastres que trae arrastrando el imperio le fincan su propio destino. Lo que no ve ni quiere reconocer.
Como cuando arremetió contra el mundo y cosechó la derrota, luego del largo viaje de dos décadas tras la invasión en Irak y Afganistán tras los atentados “terroristas” a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001.
Con una economía al punto del desastre en 2023. A Estados Unidnos le espera la caída más profunda que la de 1929, luego que la debacle de 2008 —oculta en 2020 con la desaceleración de las economías por el encierro so pretexto del Covid-19— está latente.
Por si fuera poco, la historia registra que desde Vietnam el “complejo militar-industrial” —denunciado en su momento por Dwight D. Eisenhower—, aprendió, con todo y desprestigio, que no importa ganar las guerras como la venta de armas, el negocio armamentista y la muerte.
Amenazas contra México y Latinoamérica
Pese a los “enemigos” y las guerras, EE.UU. presume su poderío militar como único sostén. Al igual que en el periodo de Guerra Fría, hoy bajo las más increíbles argucias, fake news o acusaciones por “terrorismo”, sigue arremetiendo con todos, como ahora México víctima de “terrorismo” por los cárteles y un negocio, el fentanilo, que es del principal mercado consumidor.
O Latinoamérica por el litio. El despectivo “patio trasero” en donde no se olvidan los golpes de Estado, las invasiones militares, la cooptación de dirigentes vendepatria, el financiamiento y orquestación de “golpes blandos”, una expresión “suave” de las “revoluciones de colores” del norte de África.
El caso es que la coronilla se volvió puntilla al subestimar a los países emergentes que pronto se sumaron a la competencia en todo sentido: el poderío ruso y chino que pronto le tomaron el pulso al imperio, por su conducta de Guerra Fría.
Al subestimar a los países “emergentes”, como China quien le superó a ojos vistas en la geoeconomía y Rusia mediante la geopolítica, uno de los principales instrumentos de la Guerra Fría, y pese a su producción militarista, Estados Unidos se vio superado —tan solo— por Rusia en armamento hipersónico y la modernización de su ejército, tal como lo ha demostrado en Ucrania.
En otras palabras, la disputa geopolítica desatada por EE.UU. y sus aliados de la OTAN, como guerra proxy contra Rusia, no es, renglón aparte, la culminación exitosa de una estrategia preparada durante décadas con la finalidad de fragmentar a Rusia desde territorio europeo, la heredera de la Unión Soviética.
Con todo y tras el golpe de Estado en Ucrania en 2014 fue iniciada la ofensiva como guerra subsidiaria contra Rusia, por los países anglosajones y la Unión Europea, el presidente Vladimir Putin frustra los planes no solo de Biden —le toca a él como perdedor de la Guerra Fría y quien recogió las cenizas en Afganistán—, como el “occidente colectivo”.
Las armas hipersónicas y nucleares, cuyo desarrollo comenzó Putin a mediados de la primera década del Siglo XXI —tomando en consideración que la URSS tenía y heredó los conocimientos para tal desarrollo industrial—, están por encima de todo el poderío militar del Pentágono y la OTAN. Sus generales lo saben, por ello no quieren una confrontación directa.
La doctrina Monroe, vigente
En este sentido, la contención nuclear es válida como en tiempos de la Guerra Fría. Así, la guerra proxy contra Rusia no tiene los resultados esperados. Todo lo contrario: EE.UU. y Europa son los perdedores de la presente guerra. No obstante, los tiempos son complicados para Latinoamérica, porque no será tan fácil que el imperio renuncie a postulados como los “monroístas”. Pero es momento que la región tenga el control de sus propios recursos naturales, como el litio, oro, plata, madera, agua, las tierras raras, etc., tan indispensables para el desarrollo tecnológico actual. Tiempo, además, de exigir respeto e igualdad, como de voltear hacia otros mercados y de unirse para negociar como bloque geopolítico. Es la hora.
Luego entonces, es el fin-de-siecle XX que nos tocó vivir. El siglo de las dos guerras mundiales que ensangrentaron al mundo se acabó. Bienvenido el Siglo XXI que nos toca construir. Este inicia con una guerra contra Rusia que está fincando la caída de Estados Unidos como país hegemón, antes dominante, pero también de Europa, en tanto la Unión Europea está siendo destruida por secuelas de la guerra misma y su entreguismo a Washington.
Entre tanto, el otro mundo, el multipolar está en construcción acelerada. Aquí damos cuenta de la primera faceta del proceso, digamos, que se refiere al derrumbe imperial, anglosajón y europeo. En tanto el otro mundo se está haciendo posible.
Así como la geopolítica dio cuenta de las disputas entre las potencias e imperios durante el Siglo XX, la NeoGeopolítica del Siglo XXI hará lo propio en su momento —proceso en construcción—, con la edificación del mundo multipolar. La NeoGeopolítica no es otra que la geopolítica del siglo XX puesta de cabeza.
De ese proceso es el siguiente intento, contenido sobre “la geopolítica y la multipolaridad”, como en el Centro de Geopolítica en México, porque la multipolaridad se construye. El texto es responsabilidad del autor y nadie más.
Por la publicación periódica de los contenidos, mi agradecimiento al Club de Periodistas de México, el foro de la libertad de expresión y a su revista “Voces del Periodista”, espacio desde donde escribo sin tabúes y a quien dedico el presente libro. Una muestra del compromiso con México, Latinoamérica y la sociedad mundial. (9-10 de mayo 2023).
INTRODUCCIÓN [EXTRACTO]
Como tema, la multipolaridad no es ninguna novedad, la geopolítica tampoco.
Salvo que, en el primer caso no es lo mismo la pretendida “multipolaridad” bajo el concepto de globalización neoliberal, una variante de la unilateralidad y control hegemónico de Estados Unidos, que lo multipolar surgido de las alianzas entre países y bloques de países a raíz de la presente guerra entre el “occidente colectivo” y los “enemigos” que apoyan a Rusia.
Mucho menos la geopolítica que surgió hace más de un siglo como estrategia del poder, basada en la geografía, el territorio y al final la disputa entre Estados potencias con fines de dominio imperial con la guerra como mecanismo de control.
En el presente, la “guerra subsidiaria” de Estados Unidos vía la OTAN contra Rusia en Ucrania, se ha trastocado el orden internacional que rigió durante toda la Guerra Fría, hasta febrero de 2022 en que estalló el conflicto.
Y las fuerzas volvieron a polarizarse, primero se pensó que al estilo de la confrontación bipolar de la Segunda postguerra, pero pronto los países emergentes, Rusia y China, demostraron no solo que estaban listas para competir con el país hegemón, sino prestos a remontarle a partir de los avances sobre el terreno del ejército ruso.
A la multipolaridad se suman países que ya no aceptan al país hegemón, al tiempo que la NeoGeopolítica del Siglo XXI está poniendo de cabeza a la geopolítica del poder del XX.
Es decir, por un lado, la multipolaridad incluyente se está consolidando; por el otro, la NeoGeopolítica está naciendo como crítica y alternativa al poder unipolar, hegemónico e imperial, un método de los Estados libres y colectividades también.
Enhorabuena por ambas. Porque otro mundo es posible. Lo que sigue son dos escritos distantes pero coincidentes, útiles por la temática en cuestión.
...
DE PRÓXIMA PRESENTACIÓN EN EL CLUB DE PERIODISTAS DE MÉXICO.
14 de mayo 2023.